REFERENCIA APICE

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lunes, 26 de mayo de 2025

Democracia vaciada, paz secuestrada.. todos tenemos cicatrices.

 


Democracia vaciada, paz secuestrada

El caso del gobierno de Merz representa un paradigma inquietante: el vaciamiento de la democracia en nombre de una guerra supuestamente justa. La participación activa de Alemania en el conflicto ucraniano, sin mandato ciudadano explícito, abre un precedente peligrosísimo para el futuro del derecho internacional y la soberanía popular. La paz no puede imponerse mediante misiles; y la libertad no puede defenderse traicionando la voluntad democrática de los pueblos.

Europa necesita urgentemente una nueva arquitectura de seguridad basada en la diplomacia multilateral, el desarme progresivo y la consulta popular. En ausencia de ello, la escalada promovida por Merz y sus aliados no sólo amenaza la estabilidad geopolítica de la región, sino también los fundamentos mismos del proyecto europeo: una comunidad de naciones fundada en el consenso, los derechos y la paz duradera.

Europa se ve arrastrada a la guerra con un autoritarismo democrático y militarismo bajo el gobierno de Friedrich Merz. El ascenso del canciller alemán Friedrich Merz marca un viraje profundo en la política exterior europea. La decisión de levantar restricciones al suministro de armamento de largo alcance a Ucrania, incluyendo los misiles Taurus, evidencia un giro hacia una participación militar activa sin legitimidad popular. Este artículo analiza críticamente el carácter antidemocrático de tales decisiones, la instrumentalización de alianzas militares como la OTAN, y el vaciamiento de la soberanía popular en contextos de guerra.

En abril y mayo de 2025, Europa cruzó un umbral crítico. Los gobiernos de Alemania, Estados Unidos, Reino Unido y Francia levantaron las restricciones al suministro de armas de largo alcance a Ucrania. Tal como lo confirmó el canciller alemán Friedrich Merz en entrevista televisiva, esto permite por primera vez el uso de misiles con capacidad para atacar objetivos en territorio ruso. A partir de esta decisión, la Unión Europea ha quedado vinculada de facto a una estrategia de escalada militar, sin consulta previa a sus ciudadanos ni un mandato claro de los parlamentos nacionales. En esta coyuntura, se abre un profundo dilema sobre la legitimidad política, jurídica y moral de las decisiones que implican el uso de la fuerza armada en nombre de los pueblos europeos.

Desde el inicio del conflicto ucraniano en 2022, las posturas dentro del gobierno alemán se dividieron entre la moderación táctica de Olaf Scholz y el belicismo declarado de Friedrich Merz, líder de la CDU. Con su llegada a la cancillería tras las elecciones anticipadas de febrero de 2025, Merz ha impuesto una doctrina de "proyección ofensiva estratégica", que considera indispensable para reforzar la "capacidad de disuasión" de Ucrania, pero que involucra directa e inevitablemente a Europa en un conflicto armado internacional.

La propuesta de Merz de suministrar misiles Taurus -con un alcance de hasta 500 km- ha recibido críticas no sólo desde Moscú, que advierte de la participación directa de Alemania en las hostilidades, sino también desde sectores del SPD y de los gobiernos europeos que aún sostienen un enfoque de contención. La posibilidad técnica de operar estos misiles requiere, además, la presencia de técnicos e ingenieros alemanes sobre el terreno, lo que añade un componente de ocupación militar formal a la operación.

Se observa que el principio democrático eclipsado por la geopolítica. A lo largo del proceso de toma de decisiones, no se ha convocado referéndum alguno, ni se ha producido un debate público real sobre el significado de esta escalada. ¿Quién autorizó a Alemania y a sus aliados a comprometer recursos humanos, militares y financieros para una guerra que aún no ha sido declarada formalmente? En ninguna constitución europea, ni en los tratados de la Unión, se justifica el desmantelamiento del principio de soberanía popular en materia de guerra y paz. El hecho de que estas decisiones se tomen bajo la cobertura de alianzas internacionales -como la OTAN o la llamada "coalición de los dispuestos"- no exime a los gobiernos de su responsabilidad democrática interna.

La consolidación de esta estrategia bélica ocurre además en el marco de un creciente autoritarismo democrático. Gobiernos formalmente elegidos ignoran las vías de deliberación ciudadana, suspenden garantías fundamentales en nombre de la "seguridad" y criminalizan el disenso pacifista. El discurso oficial reduce la complejidad del conflicto a una lógica binaria de "defensores de la libertad" contra "autocracias agresoras", ocultando así la multiplicidad de factores geopolíticos, económicos y culturales en juego.

Y seguimos con una Europa analfabeta arrastrada a la lógica imperial de los bloques. La política de Merz no puede entenderse en clave exclusivamente nacional. Su activismo diplomático -con visitas a Francia, Polonia, Kiev y próximamente a Estados Unidos- responde a una estrategia más amplia de reconfiguración del liderazgo occidental, en sintonía con sectores de poder en Washington que promueven una confrontación directa con Rusia. En lugar de consolidar una autonomía estratégica europea, lo que se refuerza es una dependencia vertical de los intereses militares y económicos del complejo industrial transatlántico. Lejos de construir paz, se reactiva la lógica imperial de los bloques: OTAN contra Moscú, con Europa como teatro de operaciones.

 

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