Excelencia de simpatía.
En el establecimiento
del amor, el primer florecer de la habilidad, en el arte de los entendidos, es
medir el lugar con sutil artificio. Resultando un gran ardid enseñar al conocimiento,
pero no a la comprensión.
Mayormente, siendo
hábiles, podemos llegar, a alimentar la expectación, pero nunca desengañándola
del todo, prometiendo esperanzas a mayores.
Porque la culta propiedad,
del parentesco de los corazones, en la que uno apenas se recata y nunca cede, es
en lograr encontrar, el término ajeno a la capacidad, que aunque sea advertida
y a priori ignorada, siempre mantendrá con recelo el crédito.
Y en esos términos, las
tentativas tienden a doblarse, cuando la destreza de uno, se templa con la
curiosidad del otro, procurándose actos de camuflaje ante los ímpetus del
afecto.
La eminencia de lo
mejor, es lograr abarcar la perfección, pero esto sólo se confiere al que no
sufre limitaciones, donde surge la simpatía, siendo uno de los milagros de la
naturaleza, y serán sus efectos siempre causa de admiración.
Y aunque no lo entendamos,
nada se detiene y todo lo alcanzan méritos de simpatía, pudiendo persuadir sin
elocuencia, alcanzando cuanto quiere, con sólo presentar propuestas de armonía
natural.
Si la excelencia es la
simpatía, la antipatía resultara el divorcio de voluntades
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