La vergüenza de Greta
En primer lugar, el
saber nunca daña, y no hay cosa más fácil, que el conocimiento ajeno, y no existe
simplicidad, que no sea maliciosa.
Ahora bien, intentar
obtener del público, en general adulto, una atracción que resulte especial ,y muy
intensa, que se sienta motivada hacia los manifiestos, el poder, o la fama, en la sobreactuación de niños y adolescentes, se debe reconocer el símil, como una pedofilia
social.
Porque, el primer paso
del saber, es llegar a conocerse; y a los 16 años, el presto es dicho y tarde
es hecho; dado que discurren mucho, algunos, en lo que nada les importa, y nada,
en lo que mucho les convendría; porque la sagacidad, siempre observa lo que se
dice, y saltea insidiosa, la dirección del camino de la vida, y el que no es
entendido, es perdido.
Y en su adolescencia,
nadie le recuerda, que la ocupación peor que el ocio, es su inútil curiosidad,
porque las verdades, que más nos importan, vienen siempre a medio decir, dado
que no solo, sale de sus palabras, con igual felicidad, y tal vez , lo que comenzó
a ser una hazañosa vasija, al giro de los molinos de la suerte, se ha rematado
en un bellísimo vaso, de su ignominia y descredito.
Dado que por ocuparse, en querer dar gusto a todos, que es tarea imposible, conociendo ese vulgar
riesgo, terminará por disgustar a todos, que es más fácil, en ese delicado
decoro y humildad quebradiza, que aparentemente olvida, entreteniéndose en ese
lucimiento, que no resulta de realce o eminencia.
Porque si quisiera
ganar, la inmortal reputación, la discreción, será un extremo en la perfección,
para poder resaltar en un estimado lucimiento.
Los aplausos y la admiración
surgen de las hazañas, y no de cuentos.
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