Prodigiosa y secreta
investidura
En toda fábula, prodigiosas, siempre resultan, las miradas de la envidia, y ante el secretismo, donde este, tiene
mucho que sentir, algunos, no desearían ver tanto como ven, aún resulten, ser las miradas más perspicaces, nunca se verán serenas, y aunque si bien,
tampoco ellos mismos, tuvieron buena vista.
Porque del mirar, se
pasa inmediatamente al admirar, y donde no parece que exista pasión, que si la
hay, luego degenera y cuando no puede llegar a la imitación, aparecerá como la
timidez, de la envidia.
Este afán de
investidura, es la semilla de la envidia pegajosa, siempre se halla de que
tomar, hasta de lo imaginado. Jugará cruelmente, con los pequeños corazones,
haciendo con el bien ajeno, tanto mal, como le sea propio. Porque lo que no se
ve, es como si no fuese.
El juego consistirá, en
asignarte que nada es tu saber, si los demás, ignoran lo que tú sabes, sin embargo,
las cosas no pasan por lo que son, sino por lo que parecen, donde los necios,
viven de la apariencia, y aunque simulen atender la materia, prevalecerá el
engaño.
Sabiendo que lo
ostentativo y airoso, depende de las circunstancias y no siempre tiene vez; así
que tan sólo se reducen, a la secreta excelencia, es decir, a ese sencillo
encargo, de una república ligera.
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