Primavera ilustrada
El ruido del viento, el
murmurio de mar encrespado y arrogante, el estampido del trueno, las mudanzas
del sol y de los astros, los cambios de las estaciones, los misterios de la
vegetación, la lluvia, el arco iris, todos esos movimientos impersonales de la
naturaleza, donde las sociedades primitivas, les otorgaban una significación
sobrenatural a cosas bastante indiferentes, dado que esos fenómenos se consideraban
como expresión de los dioses inmortales.
Así que, de este tipo
de creencias, trajeron el arte augural, las aguas lustrales purificadoras, los
colores benditos, los animales sagrados y toda esa significación de agüeros y
supersticiones, donde algunos de estos ejemplos han llegado hasta nosotros,
como la fatalidad del numero 13, las virtudes del numero 7, el trébol de 4
hojas, lo infausto de la sal derramada, los sortilegios de la lluvia, los
hechizos y la virtud de las drogas que cuando se queman a medianoche, fuerzan
la voluntad de los hombres y los obligan a amar, o bien, los conjuros para
evocar los espíritus, la magia, el espiritismo.
También hablamos, de
ideas claras y obscuras, como si de nuestro interior, hubiese faros encendidos
o bien apagados; de pensamientos profundos, de conceptos sutiles, de
sentimientos que dejan rastros, como si todos los fenómenos del ser humano,
fueran análogos a los de los cuerpos sin vida. Cuando en las luchas sociales,
aplicamos a los principios políticos, los afectos que nos causan nuestros
amigos o adversarios. Donde los territorios agitados, personifican sus odios,
mientras el militar ama su bandera.
Así adorando las
formas, llegan los humanos a creer sacrilegio, el pensar en la esencia de las
cosas. Y siempre encuentran el mismo escollo, donde el error de la imaginación,
contagia las intuiciones del entendimiento.
Pero nuestro
entendimiento, es poderoso y eficaz, en ese orden de realidades relativas,
derivadas, inmediatas, por decirlo así, que componen la trama de la vida, pero
el problema de nuestro origen y destino, la razón de la vida misma para quien, elevándose
sobre el fenómeno pasajero y sobre la inmoralidad existente, o la indiferencia
repulsiva de la naturaleza humana, persigue la satisfacción de sus más nobles
anhelos, y solo se ilumina y se descubre
con la luz de la constancia, chispa divina, que por medio de la sabiduría, nos
acerca a la inteligencia ilustrada.
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