Procedimientos de
Relación
Salvo en España, que sin duda alguna, sigue bajo el auspicio de la rosa
de oro y de la jurisdicción de una economía política, en ningún país, se duda en
que la Industria Tecnológica y sus obras, es decir los productos de las artes mecánicas,
sin exceptuar las hermosas artes del renacimiento como fueron, la Pintura, la
Escultura, la Música, y el Ingenio, intentan mantener un carácter económico; y
toda la burla o dificultad, aunque no es, sin embargo, insuperable, consiste en
distinguir, este carácter, que sostiene toda técnica ingeniosa, en ser un
conjunto de procedimiento simplemente tecnológico, ó bien artístico,
estableciéndose así, los límites respectivos, de la tecnología y la economía,
resultando esta, la ciencia del interés personal.
Si nos quisiéramos, preguntar cuál es la causa, y origen de los fenómenos
económicos, deberíamos entender previamente, como la actividad que es compartida,
por el alma o llamado espíritu, así como, por el cuerpo entendido como materia.
A su vez deberemos observar que los caracteres distintivos, de todo
acto económico, esencialmente humano, han de basarse en la actividad en sí
misma, en su fin, su móvil, y en su ejercicio.
Analizaremos, que con unos matices de psicología, logramos examinar la
actividad, como uno de nuestros atributos esenciales, de nuestro espíritu,
mediante la Ética, redescubrimos la filosofía moral existente, por medio de la
sociología y el derecho, centrándonos en la investigación del fin y el móvil de
esta actividad. Y por último, con el
resto de las artes liberales dedicadas a la tecnología, la industria o a la presentación
y al desarrollo de la actividad humana, estudiaran el ejercicio de la misma.
Donde la tecnología, en realidad es el resultado de investigaciones complejas
y solo aunque aparente no estudiar, en las obras humanas, sino el bien
individual, aunque lo realizan con efectividad, también suelen examinar especialmente las
cualidades físicas y materiales, sin considerar si estas son buenas o malas en
absoluto, si sirven o no para el bien
propio, del que las ha producido, subordinándolos a la ley suprema de todos
nuestros actos.
La obra, es hija de nuestro pensamiento, nada trasciende fuera de
nosotros, que no haya sido concebido, previamente en nuestro espíritu; nuestras
manos, no hacen más, que ejecutar, los mandatos de este, y la obra será, más o
menos acabada, donde le aplicaremos más o menos belleza, y resultará más o menos útil,
según la inteligencia y el ingenio esté más o menos desarrollado.
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