Vivamos donde gocemos
Afirmativamente, la
carencia de ternura y delicadeza, procura que los amores, que se fundan en los
sentidos, sean muy pasajeros, y resulten servidumbres amargas.
Solo las fortificantes
y nobles emociones del corazón, procuran las contorsiones saborizantes del
placer. Y tan sólo, de esta manera detendremos, la severidad de recuerdos, que
hayan invadido el beneplácito, de nuestra complacencia.
Porque, ante las
circunstancias degeneradas de la humanidad, existen acciones purificadoras, a
la acción reveladora, que desechará las monstruosidades y torpezas, licitando
la dignidad y divinidad de las pasiones, de un amor, que responda al propio.
Y volveremos a vivir, cuando
conseguimos, que el amor de nuevo nos provoque, con esa licencia loca, que nos
abrasa en su luz pura, sin ecos, ni siniestros lastimeros, con descansos sin
turbulencias y raudales de sueños dulces.
La representación del
orden absoluto, de las ideas puras, sostienen que no existe filosofía en el
amor, que a la causa final conduzca, si no se halla hermanada con la
comprensión, el respeto, el afecto y el raciocinio, siendo estos los componentes, de la savia, de este poderoso auxilio.
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