REFERENCIA APICE

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viernes, 2 de noviembre de 2018

Evangelio del ateísmo


 Evangelio del ateísmo
Es importante considerar, que es un hecho incontestable, que se vive del capital de moralidad heredado, de nuestros progenitores y acumulados por ellos, siendo este, siempre un capital, que no aumenta ya, y su tendencia es la disipación.
En los principios de la conducta humana, las reglas de la moral, pueden ser conocidas, por el mero ejercicio adecuado de nuestra razón, dado que son acciones, que regulan toda actividad individual y social armónica, dado que se enmarcan, en la esfera del pensamiento.
Y con gran sorpresa, solo logramos contemplar, un anarquismo intelectual maquillado y latente en las últimas agendas electorales, en el expolio o liquidación de Brasil, como en la continua y eterna contienda de sucesión existente en EEUU, que tan sólo responden, con tremendas negaciones, a la creación de leyes, que respondan al odio y a los apetitos de nuestra naturaleza humana inferior, común con los demás seres orgánicos.
Con ese espíritu de demencia, no se observará, que se apelen las leyes de orden superior, como las leyes de la razón, o las leyes del espíritu, donde los dogmas son fuentes y dimanan, los fundamentos de toda sociedad humana. Y que tendrán por enemigos, a cuantos conservan hondamente gravadas, las huellas de la barbarie antigua, poseídos de aspiraciones moralmente ilícitas, dentro de la soberbia o la lujuria, o de los hombres violentos o irascibles y sobre todo de los faltos de ese don de la simpatía.
No se concibe el antagonismo de la verdad y del bien, sino dentro de un sistema, que sea la negación de todo orden y de toda armonía en el universo.
Por lo tanto, se puede afirmar que no es verdadero un principio, como la permisividad en la utilización civil de las armas, que en sus aplicaciones sociales procura o produce frutos de muerte y de discordia, y no cabe recusar este criterio, dado que el mundo carece de finalidad, y que tan solo, la casualidad, es su sencillo título de nobleza, y que ni por encima de las cosas, no existe un designo proverbial, ni voluntad eterna.
El progreso dictamina, que no deberemos subordinarnos por la verdad al bien, ni tampoco dejar de repudiar las doctrinas, que destruyen la solidaridad humana y que lógicamente nos conducen, desde la glorificación del egoísmo, a la guerra perpetua y a la ruina de toda civilización.


Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas.
(Henry Miller)

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